Entrevista a David Olmo, técnico del comité Aragonés de Agricultura Ecológica.
¿Están surgiendo iniciativas de cultivos ecológicos en nuestro territorio?
En la zona del Bajo Aragón hay ya muchos agricultores que lo son, ya que los cultivos predominantes de la zona -olivo, almendro, viña y cereal- suponen una tramitación sencilla para pasarlos de convencionales a ecológicos. Y también aparecen nuevos agricultores que apuestan por otras cosas, un ejemplo es un productor de Calanda que cultiva espárrago ecológico.
El impulso de la agricultura ecológica no solo debe quedarse en el productor.
Eso es. El control que se hace va desde el campo hasta el plato. Se hace todo el seguimiento desde el cultivo, la manipulación y transformación del producto hasta la venta al consumidor directamente.
¿Qué debe saber un agricultor que quiera hacer esta trasformación de su explotación?
Lo primero, que no debe darle miedo. La trasformación de convencional a ecológico es fácil. Hay muchos mitos pero no todos son ciertos, como por ejemplo que la producción cae. Es muy importante que apuesten por esto porque de verdad creen en este método de cultivo. Existe una reglamentación europea que hay que conocer y sobre todo tener la voluntad de querer hacer bien las cosas.
¿Es una alternativa de empleo interesante en zonas con poca población como esta?
Sí, ya que no se han intensificado los cultivos. Una de las salidas es trasformar la explotación a ecológica porque es una manera de dar un valor añadido, darle identidad y de diferenciarlo de los estándares de las producciones intensificadas. Un ejemplo es el olivo.
Surgen estas iniciativas al mismo tiempo que el declive del relevo generacional en el campo es un hecho.
Afortunadamente, la edad de los productores ecológicos es más baja que la convencional, por lo tanto también es un hecho que muchos jóvenes dan el paso o buscan la viabilidad económica en la agricultura ecológica. La horquilla de edad está entre los 35 y los 50 años. En la agricultura convencional se necesita cada vez más extensión, más maquinaria y eso se convierte en una espiral de gasto fijo y amortizaciones que finalmente solo beneficia a quienes dan los créditos. Hacer un producto de calidad, transformarlo en el territorio y consumirlo aquí supone que con menos superficie y menos gasto se pueden tener mejores rendimientos. Sacar productos distintos y trabajar directamente con el consumidor es un buen aliciente al trabajo duro del campo.
Si se abaratan costes, ¿por qué razón los productos ecológicos son más caros?
Muchas veces se ha catalogado al producto ecológico como gourmet, se le ha cargado precio y eso no es real. Muchos de los productos cuesta lo mismo hacerlos en ecológico que en convencional, incluso pueden salir al mercado más baratos. Los únicos que pueden tener una diferenciación son los de procedencia animal porque los animales viven más tiempo y eso encarece. Lo que ha pasado es que los agricultores ecológicos estaban muy dispersos por el territorio y al final la distribución hacía que subiera el precio mucho. Hoy por hoy hay más y es más fácil encontrar un productor del que te puedes suministrar. No tendría que haber más de un 15 % de diferencia.
¿Qué opinión le merecen establecimientos como El Morral de la Ojinegra de Alloza que apuesta por una cocina ecológica en exclusiva?
Es muy interesante y fundamental porque estos restaurantes son nuestra carta de presentación. El esfuerzo que hacen es muy importante para el sector no sólo ecológico sino también territorial. El restaurante se nutre de las materias primas de la zona, revaloriza los productos del territorio y mantiene a los agricultores que los están cultivando. Más iniciativas como esta es la forma de hacer territorio.
Mabel Alquézar, Diario de Teruel, 11-2-2015
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