sábado, 21 de marzo de 2015

100 PUNTAS INACCESIBLES DE TERUEL, Charla de Luis Torrijo y Javier Magallón (I)


Foto: Uge Fuertes
Marta
Para una persona de a pie, pensar en la escalada supone pensar en todo el esfuerzo físico, en las horas de entrenamiento, en toda la preparación y las situaciones de estrés que se pueden vivir en la montaña, situaciones que incrementan con los numerosos thrillers que la industria hollywoodiense ha producido desde tiempos inmemorables, todos con un denominador común: muerte, ansiedad, drama.
Por otro lado, también se piensa en los paisajes que roban el aliento, en las fotografías de indescriptible belleza que son merecedoras de mil premios. Se imagina la sensación de libertad y contacto con la naturaleza que se debe sentir especialmente al llegar a la cima, y claro, al final no sabes qué pensar. Si quedarte con la imagen que el mundo del cine nos lanza, o la que nuestra mente ha creado a partir de meras imágenes y suposiciones. 
Luis Torrijo y Javier Magallón en un momento de la charla
Hoy puede que hayamos conseguido llegar a un acuerdo entre estos dos polos opuestos, al hablar con dos personas que han acabado escalando más de cien picos juntos, dando pie a su codicia, la codicia de subir a los sitios a los que nadie o muy poca gente ha llegado. A lo mejor, con ellos hemos conseguido poner los pros y contras en una balanza de una vez por todas. La balanza cambiará de unos a otros, por supuesto, pero después de 158 diapositivas y no sé cuántas citas, creo que aunque solo por un momento, todos nos hemos olvidado del terror y las caídas sin ninguna clase de freno. 
Alejandro
Marta García
Después de un par de semanas sin tener ocasión de disfrutar de las experiencias de gente turolense, la charla de este último viernes ha sido cogida con ganas. Sea cual sea el tema a tratar, la artesanía, el arte, la arquitectura o la antropología siempre hacen reflexionar y dejan una extraña y agradable sensación. 
En realidad, si intentamos profundizar un poco más en cada historia escapando de lo superficial, todas ellas sin excepción esconden algo detrás: una pasión, un motivo por el que seguir, cualquier cosa con la que sus autores se identifican y lucharían ferozmente para no perder aquello que realmente les conduce a la felicidad. 
Esta charla en concreto ha tratado sobre la escalada, pero, como decía antes, las dos personas que han venido a contárnosla escondían una historia que va más allá, la de su amistad. La verdad es que es curioso cómo dos personas completamente diferentes pueden llegar a congeniar al tener algo en común, ya sea un deporte, una afición, o cualquier otra cosa que les mueva interiormente.
Ese afán de superación, de buscar cosas nuevas y jugarte la vida cada vez que escalas una montaña, son formas de realización personal, y es evidente que a Luis Torrijo y Javier Magallón realmente les mueve el mundo de la escalada, pero hubo una pregunta que me reconcome no habérseme ocurrido en el momento en el que tuve la oportunidad de hacerla ¿Seguiría significando lo mismo para ellos sin tener la compañía de un buen amigo? Personalmente creo que es en la propia experiencia de salir por ahí a pasar un rato agradable en compañía, de tener algo en común y encontrar nuevos retos que superar con alguien donde de verdad se encuentra la pasión por las cosas, donde realmente se encuentra la razón de por qué estamos en este maldito mundo.
A lo largo del segundo trimestre, nosotros teníamos que reflexionar acerca de la belleza y sacar nuestras propias conclusiones sobre lo que consideramos que es bello, y de verdad ha sido un asunto que me ha “rebanado los sesos” casi todos los días, pero creo que por fin he encontrado el verdadero significado de la belleza. La belleza está en la compañía, en la amistad, en encontrar una meta que de verdad guste y haga sentir algo por dentro, ese algo que si no estuviera presente en nuestra vida, no seríamos capaces de vivirla.
Todas las charlas que hemos tenido me han ayudado a madurar el concepto, y por fin he podido sacar una clara conclusión. Por ejemplo, hace un par de semanas un par de personas vinieron a hablarnos de Svalbard, y del duro viaje que tuvieron. Segurísimo que si los exploradores que llevaron a cabo la misión lo hubieran hecho solos no habrían disfrutado ni una milésima parte del viaje, ya que es en la compañía y amistad, en compartir experiencias con alguien, donde está la auténtica felicidad y es justo en esta donde reside la belleza.
Otro ejemplo es el de Juan Carlos Navarro, al contrario que los exploradores de Svalbard, él trabaja en solitario (o sin mucha compañía) pero en la fotografía es donde él encuentra un sitio donde refugiarse, donde verdaderamente se siente a gusto y feliz con lo que hace, y para él, es ahí justamente donde se encuentra la belleza.
Cada persona es un mundo, eso está claro, pero todos nosotros tenemos algo en común, nuestro objetivo es buscar la felicidad se encuentre donde se encuentre, para unos en la escalada o viajando a tierras inhóspitas, incluso sabiendo que es probable morir en el intento; para otros está en la fotografía, el arte, la restauración, etc. Pero no dejan de cumplir la misma función: la realización personal y la búsqueda de la felicidad.
Alejandro Abad
Julia
Lo realmente bello no es la cima, sino el ascenso hasta ella. 
Para mí, la frase más trascendental y profunda de la charla, la cual va más allá de la escalada: considero que los caminos que recorremos en la vida para alcanzar nuestras metas son más bellos que cualquiera de las metas que nos podamos llegar a proponer.
Pero el camino de estos escaladores clásicos es peligroso, en la misma medida que bello. Los paisajes más abruptos y hermosos han pasado ante sus ojos en la misma fracción de segundo que se disparaban sus frecuencias cardíacas a causa de la adrenalina, y sus mentes eran atravesadas por el temor, la incertidumbre que provoca el no saber si hoy volverás a casa con los tuyos.
Una vez en la cima, la meta más deseada por cualquier escalador, me puedo imaginar la satisfacción, la tensión por fin liberada, el orgullo intacto, la armonía que se siente al tomar conciencia de lo alto, y nunca mejor dicho, que puede llegar a estar una persona.
Pero como he dicho al principio, la belleza reside en el propio ascenso, en ese miedo a dar el siguiente paso, ese paso que te permitirá sobrevivir o por el contrario, terminará con tu vida. Y precisamente sobrevivir es el instinto innato que mueve inconscientemente toda nuestra existencia, el que nos motiva a seguir hacía delante, a lograr nuestros objetivos. 
¿Acaso no hay manera más bella de sobrevivir -y por suerte, consciente- que la escalada?
La charla me ha dejado con la miel en la boca, me encantaría poder experimentar la misma sensación que ellos, pero supongo que no todo el mundo es lo suficientemente impetuoso y audaz.
Julia García

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