sábado, 29 de noviembre de 2014

A ESTE LADO DEL MURO (V)

Una frontera, un vacío,semejantes personas, diferentes circunstancias
En la infancia, algunos hemos sentido curiosidad por saber por qué hay personas encerradas en un recinto constituido por cuatro paredes, donde supuestamente y según nos transmitían ciertas películas, las personas vivían verdaderos infiernos, había grupillos de maleantes, se fugaban continuamente haciendo peripecias y consiguiendo unos segundos de libertad, nos enseñaban revueltas de esos presos, peleas con navajas, tráfico de drogas, violaciones inesperadas... por lo que es inevitable no tener mil preguntas sobre esos espacios ocupados por gente semejante a nosotros.
Eso es lo que pasó en una clase de PII, cuando vinieron dos presos y algunos trabajadores de la prisión.
Sin embargo, no os voy a contar la charla tan interesante que tuvimos, ni las respuestas a las innumerables preguntas formuladas, ni el nerviosismo que se sentía en el aire por parte de los que interrogaban y los que contestaban. No.
Os voy a hablar de una mirada, una mirada que nos llegó a la mayoría al alma; esa mirada que tengo la vaga consciencia de que hizo llorar a una compañera. Es la mirada de la desilusión, la mirada del que observa una época pasada que aconteció uno de los mayores desastres: quedar encerrado, sin mucha libertad, en esas cuatro paredes de piedra por un error más grande del que él creía que estaba cometiendo. Esa mirada ausente, que observaba a la pared mientras sus palabras fluían y relataban su historia de una manera tosca, simple, clara, pero sin que él se diera cuenta, esas palabras también estaban llenas de dolor, de superación, de madurez... Esas palabras nos llegaron al alma.
Cuando se pasa por un mal momento solo los mejores, los que te quieren, están ahí, aguantándote, pero cuando uno está en la cárcel ni siquiera estos se quedan; poco a poco pasas a ser uno más cuando antes eras todo; poco a poco, tan solo eres un fantasma del pasado.
Tu familia puede estar ahí o no; la gente no hace más que hablar y hablar sin saber y, llega un momento que sí, deseas salir de la cárcel, pues necesitas ver otra vez el mundo exterior, pero quieres alejarte de lo que antes era tu sitio.
Hay innumerables grupos de delitos, igual que de presos: desde los más ruines, hasta los más buenos; desde los que no atienden a razones, a los que desean a toda costa mejorar; desde los que no entienden por qué están ahí hasta los que lo tienen muy claro; desde los que roban para comer, a los que violan o maltratan por placer; pues las personas somos buenas y malas al mismo tiempo pero, depende de en qué persona nos fijemos predomina una cosa u otra indiferentemente que esté en prisión o no; pues hay algunos encerrados que no se merecen estar ahí y muchos sueltos que merecen estar en ese lugar donde no puedes volar. 
Tamara Pérez (28-XI)
En esta charla se han desmentido una gran cantidad de estereotipos negativos (aunque algunos de ellos positivos) de las prisiones de España, en realidad no tiene mucho que ver con lo que nosotros estamos acostumbrados a pensar basándonos en las películas o series de televisión, me han abierto los ojos y me han enseñado que la prisión es un espacio bastante aburrido, donde no hay más que hacer que una serie de actividades opcionales para los presos, y donde la peligrosidad de bandas y la construcción de “pinchos” artesanos se aleja de la realidad, pero no demasiado. 
Siempre había pensado que el analfabetismo en España estaba ya erradicado, pero me quedé sorprendido al saber que muchas de las personas que ingresan en prisión ni siquiera saben leer o escribir y, para mí, el que la mayoría de ellos busquen una educación y se esfuercen por conseguirla (aunque sólo sea hasta 2º de la ESO que es lo que suelen hacer porque a partir de ese año ya no es presencial), desde mi perspectiva, es un acto que les honra. 
Además el porcentaje de presos que ingresan en España (al contrario de lo que piensa mucha gente) la mayoría son españoles, los inmigrantes abarcan solamente el treinta por ciento de los encarcelados, así que la sociedad (sigo sin entender por qué) no sé de dónde se saca que los inmigrantes pueden ser una “plaga” y que sólo traen decadencia al país. 
Me alegró el saber que en estos tiempos de crisis la criminalidad no ha aumentado desproporcionadamente, en contraste con lo que pensaba antes de la charla. 
Nos informaron de que las cárceles españolas tienen más comodidades y están mejor preparadas que muchas europeas, cosa que desde mi punto de vista no lo veo necesario. El gasto de dinero que supone la comodidad de los delincuentes y asesinos (que por otra parte no merecen ni privilegios ni derecho alguno. Yo no pagaría un duro por ellos) se podría invertir en la ayuda de una gran cantidad de familias que se están quedando en la calle por su incapacidad para pagar un alquiler, por ejemplo (y muchas otras inversiones absurdas que realiza este gobierno que no voy a comentar porque me desviaría mucho del tema). 
Aunque por otra parte creo muy conveniente y efectivo el esfuerzo que se pone para reeducar a los presos y que sean capaces de adaptarse de nuevo a la sociedad, pero personalmente en este ámbito soy muy pesimista, pues no creo en la eficacia de la reinserción, por ejemplo: los presos que vinieron a contarnos sus experiencias ambos eran reincidentes y se habían pasado la mayoría de su vida entre rejas y “follones”, incluso uno de ellos nos explicó cómo se fugó de la cárcel. Y por ello pienso ¿para qué preocuparnos por esta gente si no hacen nada por cambiar?, ¿no será mejor invertir en el futuro de aquellos niños que vivan en barrios marginales para que no acaben igual?. En fin, el punto de vista de un crío de dieciséis años tampoco tiene mucha validez, pero actualmente esto es lo que yo considero correcto y me parece oportuno mencionarlo en este comentario. 
Lo que de verdad me molestó fue que los presos ante la pregunta que les hice de si se trataba de forma diferente a aquellos “compañeros” que habían ingresado por violación o pederastia (o algún delito especialmente despreciable como estos que hacen que nos replanteemos si de verdad los humanos nos diferenciamos en algo a las bestias) me dijeran que no, que allí en la cárcel a todos se les trataba igual y no había distinción alguna. Literalmente me quedé “flipando” pues puede que este fuera el único aspecto positivo que yo le encontraba a la prisión, pensaba que entre ellos existía una especie de código en el que no se podía hacer una determinada serie de cosas o, por el contrario, los presos se volverían en contra de la gente que incumpliera estas normas, pero por lo visto no es verdad, guardo la esperanza de que me contestaran así a esta pregunta por temor a que los funcionarios de la prisión que les acompañaban les reprocharan su comportamiento, ya que me parece muy despreciable por parte de las personas encarceladas que traten igual a un pobre chico que se ganara la vida vendiendo droga para poder subsistir que a un “José Bretón” que quemó a sus hijos. 
Podría hacer un comentario mucho más largo de esta charla y posiblemente llenaría tranquilamente otros tres folios, pero qué más puedo contar, si todos sabemos ya que la droga sigue entrando en la cárcel, que las celdas son minúsculas y que los presos pasan el tiempo en el gimnasio y en los famosos “vis a vis”. 
Alejandro Abad (28-XI)

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